Salud mental y embarazo: cuando tu cerebro no acompaña
Cuando me enteré de que estaba embarazada, después del subidón inicial vino el vértigo. Esto es muy normal, y un signo de salud mental: tu vida va a dar un vuelco, vas a hacer algo importantísimo, y es algo que no has hecho nunca. ¿Cómo no vas a estar aterrorizada? Sin embargo, digamos que mi vértigo fue algo más intenso que el de otras Futuras Mamás Monete.
Embarazada y en tratamiento psiquiátrico
Con varias parejas a mi alrededor esperando meses e incluso años para conseguir el ansiado embarazo, reconozco que no se me pasó por la cabeza que Monete fuera a venir tan deprisa. Es el típico pensamiento que eres consciente de que es absurdo, porque en el momento en que dejas de tomar precauciones puedes quedarte embarazada, pero creía, irracionalmente, que «cuanto antes empezásemos» menos tardaría en venir… considerando un intervalo «normal», de, no sé, ¿seis meses? ¿Un año?
El caso es que cuando el test dio positivo, yo estaba pendiente de una revisión con mi psiquiatra para ir dejando los antidepresivos. «Ir dejando», porque terminar este tipo de tratamiento es un proceso de unas semanas en el mejor de los casos, y varios meses en muchas ocasiones. De hecho, me preguntaba si merecía la pena esperar a dejar, también, el tabaco, ya que en otras ocasiones, cuando he intentado dejar de fumar me he deprimido.
Estaba, a falta de esa revisión, «dada de alta» de una depresión que había durado dos años, pero, aunque me encontraba muy bien, sabía que el embarazo implicaba dejar el tratamiento lo más rápidamente posible y me temía una posible recaída… que llegó.
Estaba esperando un hijo y era algo que ya pensaba que estaba fuera de mi alcance. Era uno de mis grandes sueños y estaba empezando. Y sin embargo, no solo no estaba contentísima: estaba triste. Todo lo que pasaba a mi alrededor me dolía muchísimo, y era incapaz de pensar que mi situación fuera a mejorar. Y eso me hacía sentir incapaz como madre nada más empezar.
La ansiedad durante el embarazo
Cuando me quedé embarazada, Papá Monete y yo llevámos seis meses juntos y aunque la relación iba viento en popa y los dos teníamos claro que queríamos tener familia, al mirar alrededor me di cuenta de que no habíamos empezado a prepararnos ni remotamente para construir una. Yo trabajaba como autónoma, él a media jornada, no teníamos ahorros y vivíamos con tres perros en un estudio de cuarenta metros cuadrados desde el que yo realizaba la mayor parte de mi trabajo.
De pronto empezó todo a darme muchísimo miedo. Quedarme sin clientela (como autónoma, no tengo paro). No encontrar nunca un piso donde pudiéramos vivir cómodamente toda la familia. Que me pasara algo. [Esto último es muy curioso porque siempre he sido bastante inconsciente del peligro, pero de pronto me daba miedo caminar por un polígono industrial a mediodía]. Que le pasara algo al bebé.
Todas las personas que esperan un hijo tienen una cierta preocupación por lo que puede ir mal en el embarazo. Pero yo vivía convencida de que el bebé tendría todo tipo de problemas, lo que me generaba ansiedad, lo que, a su vez, me convencía de que iba a ser el origen de todos los problemas de desarrollo del feto.
Esta ansiedad me impidió dejar de fumar durante el embarazo, lo que me generaba culpa, lo que me generaba más ganas de fumar… Estaba segura de que iba a ser una madre de mierda. Pensaba que no debía tener a ese niño porque no iba a estar a la altura: si no era capaz de mantener la cabeza en su sitio durante el embarazo, ¿cómo iba a hacerlo cuando le estuviera criando? Luego, por supuesto, me sentía culpable por pensar en no tenerlo. Pasé el embarazo en un bucle en el que, pasase lo que pasase, estaba convencida de que iba a ser terrible para el bebé.
A esto se suma que las famosas «náuseas matutinas» del primer trimestre en mi caso fueron vómitos durante casi todo el día hasta casi el quinto mes de embarazo. Cansada, asustada, sin medicación y sin parar de vomitar, ¿cómo iba a enfrentarme a todo eso, con qué fuerzas?

Antidepresivos y embarazo: sí, se pueden combinar
Dejé la venlafaxina a toda prisa, pero en el segundo trimestre y en vista de que mi ánimo seguía por los suelos, el psiquiatra me recomendó volver a tomar antidepresivos; concretamente fluoxetina, cuyos efectos están más testados en embarazadas, aunque es menos adecuado en quienes, como yo, la depresión se combina con ansiedad.
Empecé a sentir más esperanza (dejar de vomitar también me ayudó a sentirme algo más fuerte), pero dormir fue muy difícil durante todo el embarazo y tenía tal agitación que todo me desbordaba: tuve auténticas discusiones con mi madre sobre cosas completamente irrelevantes como el detergente para ropa de bebés que me dejaban sin aire o me hacían llorar durante días (y es que la relación con la propia madre también es algo que se remueve muchísimo con la maternidad, así que cualquier herida mal sanada puede volver ahora).
Sin embargo, estoy bastante segura de que habría sido aún peor sin medicación: cuando dejé la fluoxetina de cara al último trimestre (para evitar el síndrome de abstinencia en el recién nacido) aunque seguía sin estar bien, volvía a tener algo de ilusión, y, sobre todo, me notaba con mucha más energía para enfrentarme a las cosas. Y necesitas la energía, créeme.
Lo que me preocupa de mi salud mental como madre
Llevo batallando con mi mente desde que tengo memoria. Con el exceso de imaginación, con el exceso de sensibilidad. Tengo depresiones cíclicas y ansiedad de forma prácticamente constante. A eso se suma la ansiedad social, que viene y va pero que hace que determinadas cosas que para otras personas no tienen el menor misterio, como hacer la compra, para mí sean batallas épicas.
“Bueno, nunca os lo he contado, pero a mí me cuesta mucho trabajo vivir. Siempre, desde siempre. Es algo difícil de explicar, como a vosotros no os pasa seguramente no lo entenderéis, pero yo siempre he sentido que vivía dentro de un túnel, a oscuras, aparte, lejos de todo. Veía luces al principio y al final, sabía que existía el mundo, más gente, el sol, la luz, las calles, mis padres, todo eso, pero no podía salir, ni siquiera quería salir de allí, era demasiado esfuerzo. Nunca os lo he contado, pero a mí me da todo mucha pereza, despertarme por la mañana, levantarme de la cama, vestirme, desayunar, todo eso me cansa mucho, estoy muy cansado antes de hacer nada, tengo que obligarme a hacer las cosas que los demás hacen sin darse cuenta, y a medida que consigo hacerlas, me siento menos cansado, y no más, es muy raro…”
(Almudena Grandes, Caballos de cartón).
Creo que quien no lo ha vivido difícilmente se hace a la idea de qué significa vivir con una depresión. Pero es una enfermedad altamente incapacitante (que no se cura simplemente paseando al aire libre y adoptando un enfoque positivo: como depresiva optimista y con perro al que pasear os lo puedo asegurar). En esas condiciones, ¿tiene sentido criar?
«¿Qué pasa, que como soy neurodivergente no puedo tener hijos?» Pues mira:
1) quizá sí, si tu neurodivergencia no va a afectar a tu hijo.
2) quizá sí, si hay personas que puedan evitar que tu neurodivergencia afecte a tu hijo.
3) quizá NO. Porque tener hijos no es un capricho.— Laetificat (@Angelarom) 3 de septiembre de 2018
Hace unas semanas me topé con este hilo y refleja muy bien mi forma de verlo. Tener hijos no solo no es un capricho: tampoco es un derecho, aunque mucha gente esté empeñada últimamente en verlo así; el derecho es, en todo caso, de la infancia a tener adultos que les cuiden.
Yo había descartado por completo la idea de ser madre porque estaba segura, después de mi larga trayectoria por los servicios de salud mental, de que no era adecuada para maternar. Solo la opinión contraria de mi terapeuta me animó a ir cambiando la mía. Y es que, en ocasiones, los problemas mentales te colocan en una posición donde tienes oportunidad de aprender hasta un punto en el que, incluso, puedes llegar a ser aún mejor madre que otras personas que no han pasado por allí.
Lo que mi trastorno de personalidad me ha enseñado de cara a la maternidad
Llevo en terapia más de diez años, y el centro del trabajo que hemos hecho allí ha sido, sobre todo, de regulación emocional. ¿Qué quiere decir eso? Pues que mi tendencia natural es a tener emociones más intensas que otras personas, capaces de desbocar mi conducta: a cambio, he ido aprendiendo a impedir que esas emociones me descalabren:
- A poner palabras a las cosas que siento, identificando qué me hace reaccionar de una forma u otra en un momento dado.
- A poner en contexto mis emociones, ponderando qué parte de lo que siento se debe al contexto y qué parte a la forma en que yo lo interpreto.
- A valorar el papel que cada emoción tiene: a saber que cuando algo me enfada, debo cambiarlo; que cuando estoy triste, debo cuidarme; a disfrutar de la alegría sin perder el control.
- A expresar cómo me siento de una forma más asertiva, evitando las explosiones que eran mi única forma de comunicarme cuando era más joven, siendo más honesta y relacionándome mejor.
- A entender el origen de muchas de las ideas o emociones que aparecen en un momento dado, y comprender que a veces es la trayectoria vital más que lo que pasa en una situación lo que genera distintas reacciones.
Muchas personas, cuando tienen hijos, no han hecho este aprendizaje. No saben entender a sus hijos, porque no son capaces de entenderse a sí mismos. Cuando los niños tienen conductas, reacciones o emociones perfectamente normales y adecuadas a su proceso de desarrollo se frustran, las toman como una afrenta o son incapaces de gestionarlas.
Creo que mi bebé tiene suerte por tener una Mamá Monete que va a enseñarle que estar triste es parte importante de la vida y que va a saber acompañarle cuando tenga miedo.
Muchos adultos no saben acompañar el proceso de autodescubrimiento que supone la infancia. No pueden explicarles a sus hijos las cosas que les pasan y cómo eso puede afectar a su forma de comportarse con ellos o con otros miembros de la familia. Y todo eso, a la larga, puede conducir a un aprendizaje emocional deficiente igual de dañino o más que tener una madre con depresión o ansiedad (o cualquier otro trastorno, aunque prefiero quedarme siempre en mi propia experiencia).
Todo esto es cierto, pero es muy difícil verlo así todos los días, no nos confundamos. Incluso aunque una sea optimista (que, insisto, es mi caso por más depresiva que sea), los problemas de salud mental afectan a la forma en que interpretamos el mundo, las situaciones y nuestro papel.
La depresión posparto
Tener un hijo es una experiencia durísima. Físicamente acabas de pasar por un trance que ha transformado tu cuerpo de cabo a rabo (y no me refiero solo al parto: ya el embarazo lo hace), y te ves lanzada desde ahí a una situación que es totalmente nueva, que no tienes ni idea de cómo afrontar y que es física y mentalmente muy exigente.

Algunos expertos consideran que hay una depresión leve que sufren la mayoría de las madres en las primeras cuatro semanas de vida del bebé. Otros expertos aseguran que hay varios periodos críticos, y personalmente esto me hace mucha gracia porque coinciden con la sensación de desamparo: la vuelta a casa desde el hospital, el fin de la baja paternal… De hecho, varios estudios consideran que la prolongación de la baja maternal hace disminuir la incidencia de la depresión posparto, así que da qué pensar: ¿nos deprimimos, o simplemente nos damos de bruces con un mundo hostil hacia los cuidados?
Yo llevo resistiéndome al término «depresión posparto» desde que nació Monete, porque se suele asociar a una serie de sentimientos negativos hacia el bebé que no he tenido en ningún momento. Cómo voy a tener depresión posparto si no me arrepiento de haber tenido a mi bebé, cómo voy a tener depresión posparto si lo único que me hace sonreír es mi bebé.
Pues mira, precisamente porque no es sano para ti ni para tu bebé que sea lo único que te hace sonreír. ¡Menudo peso para unos hombros tan pequeñitos!
Enfrentarse a la depresión: el rechazo al tratamiento
Una cosa que me siempre me ha llamado la atención de mi propia relación con mi enfermedad es que si cualquier persona me contara mi situación, mi trayectoria o mis necesidades, le diría sin dudar que la medicación correcta podría ayudarla… Y, sin embargo, he perdido mucho tiempo de mi vida rechazando la medicación. Uso «perdido» a propósito, porque no nos damos cuenta de que la energía que invertimos en luchar con la depresión o la ansiedad «a pelo» la podríamos invertir en muchísimas cosas más gratificantes, que nos hicieran felices o nos dieran tranquilidad a largo plazo.
Hace ya diez días que empecé a escribir este texto (porque, como buena ansiosa crónica, una cosa que hago mucho es planificar por encima de mis posibilidades, y ya tenía previsto el calendario de temas para el blog con sus dos publicaciones semanales cuando empecé a escribir… como si fuera fácil sentarse y escribir sobre todo esto «a ratitos», entre el trabajo, el bebé y todo lo demás).
Cuando empecé, escribía pensando en el tratamiento durante el embarazo, y lo que quería contar era solo que Monete está perfectamente sano y es un bebé alegre y equilibrado a pesar de todo el cortisol o toda la fluoxetina de los que pudiera empaparse durante la gestación.
Termino este post esperando una cita para el psiquiatra, porque mi bebé se merece una madre al 100% y creo que ahora mismo para darlo todo de mí necesito ayuda.
Si una persona deja de tomar su medicación para el azúcar, el colesterol o la tensión consideramos que es una imprudente. Sin embargo, parece que una persona que decide no tomar medicación para un trastorno depresivo o ansioso es una valiente que se está esforzando mucho. Somos muy injustos y muy ilusos cuando pensamos en la forma de enfrentarse a un problema de salud mental.
Hace poco leía a una madre contar sus dudas a la hora de aceptar un ingreso hospitalario en psiquiatría y creo que todas pasamos por ahí cuando nos enfrentamos a estas cuestiones. Pero esto es como las mascarillas de oxígeno en los aviones: debemos ajustar la nuestra antes de la de nuestros hijos, porque si nosotras no respiramos, no podemos asegurarnos de que nuestros hijos lo hagan.
No quiero seguir sintiendo que cada día es una batalla contra mi cerebro, porque Monete se merece que su madre tenga toda la energía del mundo para disfrutar con él, y respaldarle en las batallas que él tenga que luchar. Quiero tener fuerzas para llevarle a todos los sitios que quiera conocer, quiero poder concentrarme en cada historia que le apetezca contarme.
Y por supuesto que para eso estoy dispuesta a hacer lo que haga falta: empezando por cuidar mi propia salud. ¿Tú no? Porque estoy segura de que también puedes.
Si quieres que te ayude a cuidarte durante ese proceso, ahora puedes contactar conmigo en Vuestra crianza: un espacio de aprendizaje y acompañamiento donde encontrar el apoyo que necesita tu familia.
Qué identificada me he sentido contigo, excepto que yo dejé la medicación para la ansiedad el mismo día q me enteré q estaba embarazada y fue muy duro al principio, pero lo peor vino con el postparto.
Qué razón en la percepción de dejar la medicación es una imprudencia pero si es algo de salud mental es signo de fortaleza, cuánto daño hace eso y cómo cala ese mensaje!!
Mucho animo guapa!!
Yo me dije q para cuidar de mi bebé tenía que estar bien yo y aprendí q es mejor tomar medicación a tiempo q aguantar y q la cosa empeore porque es más difícil salir de donde estás.
A ver si poco a poco empezamos a cuidar más los mensajes que mandamos a las madres, porque la presión que hay que aguantar en ese proceso es muy difícil de asumir a poco que haya algún malestar previo.
Y sí, la medicación ayuda mucho, yo lo estoy notando un montón (y menos mal). Y Monete seguro que también 😉
Un abrazo y mil gracias por tu comentario.
Pues yo tengo el problema de que estoy tomando un neuroleptico y un antidepresivo y un antiepileptico y orfidal voy a cumplir treinta y siete tengo discapacidad reconocida pero no me han incapacitado aún. Tal vez lo hagan. No se. La verdad es que nunca me he drogado ni fumo tabaco pero me cogieron los psiquiatras por otros problemas de depresiones, algun brote de psicosis o ideas suicidas, etc. Y al final no puedo ni trabajar ni traer vida al mundo que es lo que más me jode. Claro que no soy la persona más indicada para ser madre por mis problemas pero hasta había pensando en sacrificarme yo y darlo en adopcion porque tampoco tengo dinero aparte para darle un futuro y vivo con lo justo. No se si me llegaría para pagarme una inseminacion o congelar ovulos. Y cuando veo lo que he echo con mi vida por estar siempre de bajon pienso que no hay terapia que lo solucione porque mi vida es la farmafia y ya me ataron a la cama.
Siento muchísimo tu experiencia. Ha debido de ser muy difícil atravesar todo eso.
De todas maneras, como paciente y como psicóloga, puedo garantizarte que eres más que un diagnóstico y que eres más que la medicación que puedas necesitar en un momento dado o incluso a lo largo de la vida.
La terapia siempre es útil, incluso si esos fármacos no se pueden retirar, porque es lo que te aporta herramientas para que esas dificultades vitales que tienes no se interpongan en lo que quieres hacer (en este caso, maternal).
Hay pacientes con trastornos mentales graves que se convierten en madres excelentes. De hecho, para algunas de ellas la maternidad, con todo lo que tiene de perturbador, acaba por convertirse en una fuerza estabilizadora.
Si ese es tu sueño y tu objetivo, antes que hacer cálculos económicos sobre las alternativas de reproducción asistida, te recomendaría empezar por tu propio bienestar. Buscar profesionales que te acompañen mejor que lo que has tenido hasta ahora, que te lleven a sentirte plena y capaz. Y, desde ahí, preguntarte por la maternidad.
A título personal, mis experiencias psiquiátricas y mi trayectoria terapéutica han sido herramientas importantes para llegar a ser la madre que soy (y de la que me siento muy orgullosa). Me niego a creer que haya que rendirse por tener un diagnóstico. Te deseo mucha fuerza para que a ti el tuyo tampoco te limite.
Hola!!
He leido los comentarios que me parecen muy interesantes, yo he estado ingresada en psiquiatrico 2 veces y he tomado a mi parecer demasiada medicacion. Venlafaxina y abilify. El caso es que ahora con 41 años estoy en reproduccion asistida y no consigo un embrion sano geneticamente. Puede ser por tomar tanta medicacion? Es posible despues de tratamiento psiquiatrico ser madre?
Gracias!
Qué difícil pregunta, Edurne, sin ser médico. Te diría que no necesariamente: cada vez son más frecuentes los problemas de fertilidad, por diversos motivos (no todos recaen sobre la madre, aunque solemos centrar en ella la mirada). Es cierto que la venlafaxina es relativamente nueva y podría haber una falta de estudios sobre su impacto en la fertilidad, pero no creo que sea necesariamente la causa.
A veces necesitamos un porqué para las preguntas que no tienen respuesta clara cuando la incertidumbre duele tanto como en un caso así, pero tampoco suele ser saludable cargar las tintas de la culpa a lo que hemos tenido que atravesar a lo largo de nuestra vida. Incluso si así fuera, tomaste la medicación que necesitaste para superar esos problemas de salud mental, y te ayudaron hasta el punto de estar hoy recuperada y dispuesta a ser madre, que no es poco.
Lamento, por tanto, no poder responderte pero te deseo mucha suerte en la búsqueda de ese bebé sano y mucho ánimo en el camino que te lleve hasta él.
Un abrazo.
Buenos días.
Estoy embarazada de 10 semanas y con tratamiento desde hace 6 años. tomaba Velafaxina y Lorazepan. El antidepresivo me lo han suspendido totalmente y me dejan medio Lorazepan para dormir. Estuvimos viendo la opción de la Floexetina, ya la había tomado antes, pero el médico no me la receta y dice que puedo ir aguantando. Yo estoy cada vez peor anímicamente, y se añade vómitos frecuentes, cansancio y encima mi contrato ha finalizado y no me lo remuevan.
Estoy con tratamiento psicológico en privado porque en la seguridad social llevo casi 3 meses que no me dan cita para la Psicóloga. Me ha animado leeros y no sentirme sola. Siento culpabilidad por no sentirme contenta ante este embarazo y eso que ha sido planificado, y pensado, pero no consigo sobreponerme.
Muchas Gracias por compartir vuestras experiencias. un abrazo.
Cuánto siento leer esto, si bien me alegro de que al menos hayas podido ver que no estás sola. Cómo no va a empeorar tu ánimo con ese cansancio y con la preocupación laboral añadida… Menos mal que al menos has podido acceder al tratamiento psicológico. La medicación no lo es todo, de hecho en muchos casos se observan más cambios con terapia que con fármacos. Es difícil atravesar una retirada en medio del sube y baja emocional y el esfuerzo físico del embarazo, pero si cuentas con ese apoyo ya tienes mucho ganado.
Por favor, no te machaques. La culpa no te va a ayudar a sentirte mejor, al contrario. No podías saber que te iba a sentar tan mal: ni es culpa tuya ni sirve de nada «castigarte» por algo tan normal como no sentirte alegre con todo lo que tienes encima. Ojalá poco a poco vayas recuperando fuerzas y consigas disfrutar del embarazo; pero incluso si no fuera así, ¡tranquila! Porque vas a tener toda la vida para disfrutar de tu peque. Paso a paso: lo fundamental es que sepas que claro que no estás sola, que por supuesto que es normal que estés mal de ánimo con todo lo que tienes encima pero que esto también pasará. Mucho ánimo y ojalá pronto salga el sol.
Es muy bueno leer la nota y todos los comentarios
En principio GRACIAS Y FELICITACIONES por animarte a compartir esto con todos.
Tengo 34 años, estoy en tratamiendo hace más de 10 y estoy averiguando para congelar ovulos pero para eso tengo que ver que debo hacer con la medicación.
Inmensamente agradecida por este escrito
Muchas gracias a ti, Lara, por tus amables palabras. Me alegra mucho de que te haya sido de ayuda la lectura.
Existen especialistas en psiquiatría perinatal que pueden orientarte en esa cuestión; te recomiendo acudir a profesionales que dominen específicamente este tema después de un tratamiento tan largo y considerando las necesidades específicas que plantea un proceso como el de la congelación de óvulos. Puedes encontrarlos en este enlace: Buscador de profesionales del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal. Te deseo mucho ánimo y lo mejor para tu proceso.
Hola, que bueno leerte, me ha encantado.A mi también me ha costado ¨vivir¨ y de hecho me cuesta.Me siento que no soy normal,he tenido ansiedad en muchos momentos de mi vida,también con medicación ,paroxetina,heipram la ultima vez hace 1 año y medio. Soy consciente que he pasado por muchas cosas malas en mi vida,como la separacion y el abandono de mis padres en plena adolescencia,hace 1 año el cáncer de mi madre ( que tengo contacto con ellos,porque yo no soy como ellos) y la cuidé,claro està. Soy muy sensible,es que me afectan mucho las cosas y tengo pensamientos muy pesimistas y negativos ,y me da miedo prácticamente todo.En octubre del año pasado en una revisión de pecho me detectaron un nódulo que había que quitar,en enero me operan, imaginaos esperando los resultados como iba mi cabeza,en Marzo sin noticias fui a mi medico de cabecera a ver si tenia algo y me dio el diagnostico de hiperplasia ductal atìpica.Hasta ahi bien porque dentro de lo malo ya me lo han quitado y eso es algo benigno.Mi marido y yo ya teniamos pensado en ponernos a buscar bebé pero todo este proceso lo atrasó ,asi que en recibir los resultados nos usimos manos a la obra y cual ha sido mi sorpresa que me he quedado el primer mes,tengo 39 años y ya era en plan ahora o nunca.Estoy de cinco semanas y estoy acojonada y no tengo ilusiòn.Esta semana recibì una llamada del hospital para hacerme una resoncia de pecho porque al final encontraron en un porcentaje mínimo en mi biposia de mama, que según la cirujana tampoco estaba del todo claro,carcinoma ductal in situ y vale ….pues estoy embarazada …pues no me pueden hacer ninguna prueba.el tema està que la cirujana me dijo que era para descartar de que hubiese algo más,pero hay que esperar 9 meses y me aconsejò no dar el pecho para hacerme la prueba y no se alargara tanto.Voy a tener controles cada 4 meses con ella,pero yo estoy que no vivo porque me da pànico que al hacerme la prueba salga que hay algo más y mi cabeza va a mil revoluciones por segundo.
Un abrazo muy grande a todas y os deseo lo mejor.
Qué situación tan complicada, Paloma, lo siento muchísimo. Lo «bueno» es que tienes costumbre de sobreponerte a situaciones difíciles y seguro que has ido desarrollando estrategias y herramientas que te ayuden estos meses. Te deseo todo lo mejor y te mando un abrazo muy fuerte.
Tengo 38 años un hijo de 3 años y depresión desde los 3 meses post parto mi depresión la atribuyen a que es hormonal no tengo tiroides y me medico con venlafaxina y brintelix y lorazpan lo he pasado realmente mal,he deseado morir pero ahora que estoy más recuperada de todo eso me ronda lo que siempre quise tener dos hijos y me dicen que por mi historial lo mejor es que no… porfavor quiero saber si se puede repetir estar tan mal como estube,o si me quedo embarazada y estoy controlada no tiene porque pasar?
Hola, Estefania;
En primer lugar: siento muchísimo que hayas pasado por todo eso, y me alegra mucho que hayas conseguido recuperarte.
No quiero mentirte, un embarazo, un parto y un posparto son factores de riesgo para la depresión, si nos fijamos en las tasas de mujeres que la viven en este periodo, independientemente de sus antecedentes personales. En tu caso, si hay una cierta predisposición fisiológica, ese riesgo sube. Otro factor adicional es que la medicación que comentas con frecuencia se retira o cambia por otra por no considerarse suficientemente segura en el embarazo, y un cambio de medicación después de tanto tiempo puede ser complejo. Sin embargo, hay psiquiatras especializadas en este proceso que pueden ayudarte a regular tu tratamiento (aquí puedes encontrar un listado) y la ventaja que, en mi opinión, tenemos quienes hemos atravesado este tipo de procesos es que ya hemos desarrollado herramientas que podemos seguir usando en situaciones similares si se vuelven a presentar.
Es decir: con un buen acompañamiento, si realmente ese es tu deseo, aunque pueda pasar también puedes volver a salir. En mi opinión la valoración del riesgo es algo extraordinariamente personal y nadie mejor que cada cual para decidir qué es lo mejor para sí misma.
Un abrazo y mucho ánimo: te deseo lo mejor decidas lo que decidas.